Capítulo 11: El secreto. >>>> Por Mae (Iari)

Las pisadas de Iari no causaban sonido alguno al caminar sobre el blanco suelo, a diferencia de hacía un rato, cuando caminaba con Drizzt. SI el elfo oscuro hubiera estado con ella en aquél momento, hubiera comprendido el porqué de aquél silencio. Ahora se movía como si fuera un elfo, pisando con la planta del pié.

Normalmente la chica caminaba como humana, pero también sabía caminar sin hacer ruido, y lo hacía cuando no quería ser escuchada, como ahora*.

Se detuvo frente a una puerta, y puso la mano sobre el pomo. Con total silencio, abrió la puerta y entró.

La habitación era pequeña, y se veía ligeramente amarillenta porque la única luz en el cuarto provenía de un grupo de veladoras blancas, encendidas y titilantes. Todo el cuarto era de piedra, lisa y de un color gris oscuro con vetas blancas. Fría, muy fría, como debe de ser una tumba.

En el centro de la habitación, había un ataúd de piedra blanca labrada del que la chica no apartaba la mirada. EN un costado, estaba tallada la siguiente inscripción:

-------Omix Àmim-------
--(13-5-91 > 12-3-07)--
"Te abrazarán las alas
de un ángel y te
llevarán al cielo, pero
lo que abrasará mi
corazón serán las llamas
del dolor"

La chica se arrodilló a un lado de la tumba y recorrió la inscripción con los dedos.

-Oh, Omix. ¿Porqué tenías que irte?-

Las lágrimas corrieron por sus mejillas, primero poco a poco, y luego a torrentes. La chica se apoyó contra la tumba y lloró sobe de ella, su espesa y larga melena cayendo sobre la blanca piedra, su cuerpo sufriendo violentas sacudidas cuando ella temblaba entre sollozo y sollozo.

Era tal su tristeza que no escuchó la alarma, sonando en el corredor, y no supo nada sobre los atacantes hasta que se abrió la puertas y cinco orcos entraron en la estancia.

Primero, retrocedió al fondo de la habitación hasta topar con la pared. Entonces, al ver que luchar era su única salida, sus facciones reflejaron decisión. Sus ojos centellearon furiosos, deseando con desesperación acabar con aquellos que osaban interrumpir su dolor.

Los labios tensos, la mirada furiosa, las manos de Iara fueron directo hacia las armas que pendían de su cinturón.

Desde ese instante, aquellos orcos estaban muertos.
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*¡NO! Iré a hacer ruido cuando quiero que me escuchen! (Iari)