3.29.2007

Capítulo 30: Duelos de espadas>>> Por Mae (Iari)

Artemis Entreri asomó la cabeza al tercer salón del Área B, donde Iari lo había citado. Había llegado antes de lo acordado, y escuchaba que dentro se llevaba a cabo un combate. No quería interrumpir, por lo que, en vez de entrar, asomó sólo la cabeza para ver lo que ocurría

En un principio, vió dos siluetas. Una era una humana, la otra un drow. Artemis reconoció a Iari, y supuso que la otra figura sería Drizzt, pues le pareció reconocer el rostro del elfo.

Le molestó verlos luchando. No comprendió porqué. Le molestó aún más ver que el drow parecía estar ganando la partida.

Ambos combatientes peleaban con espadas. Espadas largas. Aquello desconcertó a Entreri. Nunca había visto al drow pelear sin sus cimitarras.

El combate era encarnizado. Se intercambiaban mandobles a una velocidad de vértigo. Artemis no perdió detalle.

El final fué brutal. Un movimiento demasiado abierto ejecutado por Iari dió a su contincante la única ventaja que necesitaba. Con un movimiento, le arrancó la espada de la mano lanzándola por la habitación, desvió la segunda arma de Iari, luego , apresó su muñeca y le puso la segunda espada bajo la garganta.

Artemis se asombró de que Iari no moviera el cuerpo. No la tenía inmovilizada. Podría safarse sin tanto problema e ir de nuevo por su segunda espada. Pero la chica no se movió

-Jaque mate.- dijo el drow
-Lo sé.-

El drow le soltó la mano y echó hacia atrás la larga cabellera blanca. Entonces Entreri vió que no se trataba de Drizzt, aunque ciertamente en sus facciones había cierto parentezco.

-Perdiste a Justicia de nuevo.- dijo el Drow.- Tienes problemas para pelear con dos armas de la misma longitud, Iari.-
-Lo sé, lo sé. No tengo esa clase de equilibrio. Aún no puedo pescar las diez monedas. Pesco cinco con la derecha, tres con la izquierda y el resto se cae. Y si me esfuerzo en usar la izquierda pesco cinco en la izquierda, tres en la derecha y el resto se cae. Me desespera ver la facilidad con la que ustedes los drows pelean con armas gemelas.-

Artemis no pudo reprimir una media sonrisa. Él tampoco lograba luchar bien con armas de la misma longitud, y siempre había admirado a los drows por esa capacidad.

El drow se acercó a Iari y le palmeó un hombro.

-Peleas bien, Iari. Excelente, me atrevería a decir. Podrás derrotarme fácilmente si usaras a Justicia con Escarlata o a Ráfaga con Fuego. No entiendo porqué el empeño de pelear con Justicia y Ráfaga combinadas.-
-Es que debo de poder hacerlo. Estoy haciéndo algo mal, y no sé que es.-
-Pero últimamente has estado cada vez más empeñada en lograrlo. ¿Porqué?-

Iari suspiró

-Tu sabes que enseño a todos los reclutas a mejorar su propio estilo de lucha.-
-Sí, lo sé.-
-Bueno...¿cómo se supone que enseñe a Drizzt sobre su propio estilo si no soy capaz de luchar con dos armas de la misma longitud?-
-Ah, ya veo. Con que es eso lo que te tiene frustrada.-
-Bueno... está eso... y además, ya me han vencido antes en éste estilo de pelea.-
-Mmm... y eso podría estar distrayéndote.-
-Tal vez. Pero no puedo evitar pensar en ello.-
-¿Y qué quieres hacer?-
-Seguir intentando. Aunque creo que tendré que aceptar que no podré vencer a Drizzt.-
-¿Sin luchar? ¡No te atrevas, Iari! ¿Darte por vencida sin haber intentado si quiera? ¡Eso es ridículo!-
-Por dios, Zack. Tu sabes cómo pelea Drizzt. Te ha vencido incluso a tí. Si yo no puedo vencerte a tí, cómo esperas que lo venza a él?-
-Ah, talvez no con un par de cimitarras.- Zack se echó a reír.- Que alguien logre vencerle en su propio estilo de lucha será algo para lo que tendrán que pasar un par de siglos todavías. Pero tienes que enfrentarlo. Vas a citarlo aquí en el Gimnasio y a esperarle con Justicia y Escarlata bien seguras en las manos. No voy a dejar que te des por vencida sin luchar.-
-Está bien, está bien. Lucharé con él. Pero tú deberías de tomar tu propio consejo.-
-¿A qué te refieres?-
-Enfrentarlo. ¿No quieres verle?-
-Él tiene su vida ahora. Y después de que cumpla mi parte del trato, trataré yo de hacer la mía también. Sería injusto.-
-Como digas.-

El silencio reinó un momento..

-Si me disculpas, Zack, creo que el próximo recluuta va a llegar pronto. ¿Me harías el favor de cumplir con tu parte del trato y ponerte la máscara antes de que alguien te vea y tengamos problemas?-
-Sí, claro. Como digas. ¿Qué disfraz me pondré ésta vez? ¿Pelirrojo? ¿Ojos verdes?-
-Muy gracioso, Zack. Desde que dejaste que te vieran, tienes que usar siempre la misma cara ¿recuerdas?-
-Ah, cierto, cierto. Rubio. Ojos Azules. Cielos, debí haber sido más imaginativo.-
-Y cúbrete las orejas, ¿si Zack? tampoco me conviene demasiado que crean que eres un elfo.-
-Sí, sí, claro. Como digas.-

Zack se tragó una pastilla de un color Verde Radioactivo. Al instante, comenzó a cambiar. Su cabellera blanca se volvió rubia, su piel se aclaró y se volvió del tono de un humano de piel clara, y sus ojos obscuros se tiñeron azules. Sin embargo, sus facciones no cambiaron, sino que permanecieron siendo las mismas.

Se detuvo el cabello en una cola, y se aseguró de cubrir bien las orejas con el propio cabello.

-¿Qué tal?-
-Bien. Pareces bastante humano. Sólo procura hacer ruido cuando camines-
-Tu no haces ruído.-
-Y tu sabes bien que eso es porque no soy una humana común, así que no estés molestandome...mmm.- Iari evaluó el aspecto del drow.- Siento que te confundirían más fácilmente con un humano si te pusieras otra ropa. ¿Elegiste algo del armario que te dije?-
-Pues... no fuí precisamente yo quien lo escogió, pero sí.-
-Póntelo ¿Quieres?-
-¿Aquí? ¿Frente a tí?-
-Muy gracioso. Tu hijo tiene más de cincuenta años más que yo, Zack, así que creo que decir que eres algo mayor para mí es adecuado.-
-Oh, vamos. Son sólo cuatrociendos cincuenta y seis años de diferencia.-
-Y dos muertes... Vamos, Zack. Sólo tengo veintitres años, junto a cuatrocientros setenta y nueve, hacen una enoooorme diferencia.-
-¿Y? Soy un drow. ¿De cuántos años me vería si fuera humano? ¿Veinticinco?-
-Y un pepino! Te verías de unos treinta y ocho, Zack, no abuses de tu suerte.- Iari hizo una pausa.- Drizzt se acerca más a los veinticinco.-
-Mmm... humanamente, eso significaría...-
-Significaría que Drizzt me queda más a la edad que tú. Apúrate, Zack, antes de que llame a tu hijo para que te apresure a base de cimitarrazos en las costillas.-
-De acuerdo, ya me voy! No me amenazes de ese modo!-

Dicho ésto, Zack se marchó por una puerta al otro lado de la sala. Iari puso los ojos en blanco, aunque luego se echó a reír. Entonces, Entreri entró en la habitación. Iari detuvo su risa.

-Artemis! No te oí llegar-
-Oí que reías. Tal vez por eso no me escuchaste.-
-mmm, sí, talvez.-
-De qué reías?-
-Oh, nada. Sólo bromeaba con un amigo. ¿Listo para pelear?-
-¿Pelear?-
-¿A qué creíste que veíamos al gymnasio? ¿A comer cacahuates? Sí, a pelear.-
-mmm... De acuerdo. ¿Con qué estilo de lucha pelearás? ¿Con espada y daga, como cuando nos encontramos?-

Iari lo miró de forma acusadora.

-Porqué piensas que podrá escoger otro estilo de lucha?-
-Porque llevas más armas al cinto.-
-Ah, claro. Sí, con espada y daga.-
-Es tu estilo de lucha preferido?-

ésta vez la mirada de Iari era algo más que acusadora.

-No, ¿Porqué lo preguntas?-

Artemis se encogio de hombros.

-Sólo quería saber.-

Aún mirándolo suspicazmente, Iari comenzó con el entrenamiento.

...

Artemis imprimió mayor velocidad en el combate. Sintió el sudor correrle por la espalda. Hacía mucho que no sudaba tanto.

Estaba cansado. Llevaban tres horas de pelea sin interupción, pelea muy encarnizada, por cierto
Artemis miró fascinado la coordinación de Iari. Tenía el equilibrio perfecto, el porte erguido, las manos cooordinadas...

Nunca había visto a una mujer pelear tan bien

Ella también sudaba, pero sólo en la frente. El asesino admiraba sus respuestas en combate; instantáneas, precisas, perfectas.

Le miró a los ojos. Ella estaba sumergida en el combate, prestando atención a sus estocadas más que a él. Concentrada en la lucha, no le miraba a los ojos.

Pero entonces lo hizo.

Él no supo qué fué lo que pasó, pues el tiempo pareció detenerse. De pronto, no supo si estaba respirando, y no supo si sus armas seguían en sus manos. De pronto, fué como si lo desconectaran del mundo. Sólo vió los ojos de Iari.

Y al instante siguiente, sintió su propia espada bajo el cuello.

-Te distajiste, Artems. Fueron tres horas, así que lo achacaremos al cansancio. Descanza. Te veré aquí mañana.-

Le devolvió sus armas. Él trató de aclararse la mente. Luego, las tomó, y salió de la habitación.
¿Qué rayos le había pasado? No podía entenderlo ¿Qué era ésto? ¿Un truco? ¿Eran los ojos de Iari una trampa? ¿Era alguna clase de sortilegio, algún hechizo?

Se sacó todas aquellas ideas de la cabeza. Ella tenía razón. Debía de haber sido el cansancio.
Pero no era el cansancio. Y en el fondo de su corazón, incluso el propio Entreri lo sabía.

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